Ya llegó el invierno y apenas sale el Sol vuelve a mostrarse el eterno amor de la abeja y la flor. Se afana laboriosa en cada ramillete, llenos están de polen los sacos de sus patas pero aún sigue con su libar hasta no poder más y decidir regresar a su geométrico hogar. Porque así es el invierno en la Ciudad del Paraíso.
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