De un bolso que tomé, salió un papelito de confeti. Un recuerdo del último carnaval al que asistí. Estaba en primera fila viendo el desfile, y me cayó encima un puñado de confeti de una de las carrozas. Por mucho que sacudí después el bolso, desde entonces, cada poco sale un confeti escondido buscando la mejor ocasión para salir. Quizás para recordarme que, como dijo el ilustre, todo el año es carnaval. ¡Cuántas caretas he visto caer! Hay quienes se las dan de ser las mejores personas, y hay que taparse la nariz de lo que apestan. A varios que presumían de defensores de la libertad, resultaron ser los más tiranos e inquisidores que se puede imaginar. Lo peor es cuando en tus relaciones picas con alguna de esas perlas. Te lo hacen pasar mal, incluso se aprovechan de ti y de tu trabajo, y te toca ver como muchos siguen aborregados detrás de ellos.
Al llegar las fechas señaladas, a ponerse las caretas y andar de fiesta. A eso lo llaman carnaval. Y entonces es el momento cuando es menos carnaval. Porque ves los disfraces con tus propios ojos, o los llevas encima. Y el verdadero carnaval se celebra el resto del año.

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