Nos construyen colmenas de acero y cemento para resguardarnos del frío y la lluvia donde pretenden encerrarnos abriendo solo por gracia las puertas de las jaulas como pájaros cautivos a merced de sus dueños. Pero aun en mis celdillas hay lugar para la vida, que se abre a los mil vientos de esta mi atalaya. No es lugar para delicadezas, las hijas del desierto están a sus anchas y me brindan sus galas. Me dan alimento mis silvestres amigas acostumbradas a sobrevivir sin ninguna ayuda. No es lugar para débiles es para saludar al noble Gibralfaro viendo pasar las nubes que sombrean la Bella soportando firmes el azote del viento.

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