Al terminar un recado caminaba hacia mi casa cuando unas bellas flores me llamaron desde lejos hechizando mi mirada. Apresuré mis pasos hasta caer rendida ante su singular belleza en mi forma peculiar registrando para el mundo su hermosura sin igual. Tras rendirles mi tributo quise recobrar el camino y atajar por una plaza donde ningún alma había. Un pequeño jardín elevado con alguna que otra planta llenaba su soledad. Cuando llegué junto a él vi una lozana mata de la flor más malagueña creando un cielo estrellado con delicados jazmines níveos y perfumados y capullos sonrosados como teniendo pudor de enseñar su intimidad. Les di mi mejor tributo a su frágil belleza, dando gracias al Cielo por ser tan afortunada.
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