En un pueblo colombiano prepara su maleta Aída. Apenas les llega el sustento a sus padres y hermanos y algún que otro día se acostaron sin cenar por no alcanzarles la plata. Aída ama a los suyos nunca jamás quisiera tener que marchar tan lejos dejar atrás familia y patria sin saber cuando volverá, pero la situación ya no da para más. Marcha hasta el aeropuerto rumbo a la tierra española. Para no llorar durante el vuelo piensa que ayudará a los suyos sin ser carga para nadie. Con el corazón dividido entre tristeza y esperanza pone sus pies en España. Después de varios intentos halla trabajo de interna como empleada de hogar. La reciben con buena cara, le muestran su alojamiento. Aída abre su maleta acomoda sus posesiones y sueña esa noche en paz. Después de un mes trabajando viendo que la señora calla se arma de valor y pregunta que cuando cobrará la paga. Pero entonces la sorprende con algo que nunca esperó: “Tú estás ahora de prueba cuando aprendas tendrás paga, dentro de seis meses ya serás buena empleada, dentro de seis meses ya serás buena empleada digna de cobrar salario.” Aída intenta razonar usando palabras dulces, pero es un corazón duro y repleto de injusticia. Ya apenas tiene dinero, no se puede mantener ni viajar a otro lugar. Ahora llora en silencio sin ver ninguna salida, sólo puede hablar sus penas con una buena amiga, sin saber que más hacer. Yo no me inventé la historia, es una más entre muchas de abusos y explotaciones que sufren humildes mujeres cuando la necesidad las empuja a trabajar en las casas. Porque nunca faltan canallas que quieran aprovecharse de la necesidad ajena en su propio beneficio.
Nota: El caso es real, solamente he adornado un poco la historia.

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