Desde hace tiempo la ciudad me llena de hastío me agobia tanto cemento ese cielo troceado en mil pedazos entre los edificios. Ansío un horizonte despejado sin nada que lo rompa, praderas de flores silvestres, montañas del verde al azulado como un hermoso fondo acariciar los árboles sin que me miren raro. Una noche en mi casa cuando estaba ensimismada soñando con bellos paisajes recibí una llamada inesperada. Una compañera de estudios que veía con frecuencia durante muchos años. No sabía de ella hacía ya una temporada oí que se mudó pero no mucho más. Se me alegró el alma al escuchar su voz, me sorprendió el relato del porqué de su ausencia. Ahora vivía en una casa junto a un campo donde obtenía el sustento rodeada de naturaleza. Me hizo una propuesta que logró sorprenderme. Su campo era grande, no alcanzaba a labrarlo como es debido, había espacio de sobra para otra casa. La intuición le hizo pensar en mí primero como compañera de faena. ¿Aceptarías mi propuesta? Así me dijo y mi corazón saltó de alegría en mi pecho. Yo le respondí: Escuchaste a mi alma me siento marchita entre tanto cemento, iré hasta tu campo a compartir tu trabajo contemplar cielos abiertos y naturaleza libre más allá del plantío.

¿Me invitas a un café?
Agradezco tu colaboración para poder seguir compartiendo en el blog.
1,00 €